Ya sea de fuentes naturales o artificiales, cotidianamente estamos expuestos a la radiactividad, entre las fuentes de radiación más conocidas se encuentran los hornos de microondas, ondas de radio, teléfonos celulares, rayos X o el sol. Gran parte de esta radiación no supone ningún riesgo para la salud.
El gas radón, un gran desconocido para la población, es un gas radioactivo que procede de la descomposición del Radio 226 que está presente en todas las rocas de la corteza terrestre. Este gas penetra en las viviendas por grietas, fisuras o juntas mal selladas y puede alcanzar concentraciones peligrosas en viviendas y lugares de trabajo situados en zonas de riesgo.
Las concentraciones elevadas de radón en espacios cerrados son particularmente nocivas, porque la exposición prolongada a este gas por vía aérea aumenta considerablemente las probabilidades de sufrir cáncer de pulmón.
Cuando una persona inhala el radón, las partículas radiactivas de este gas pueden quedar atrapadas en los pulmones. Con el tiempo, estas partículas radiactivas aumentan el riesgo de cáncer de pulmón, pueden pasar años antes de que se presenten los problemas de salud.
Varios elementos químicos que decaen en radón, como el uranio, el torio y el radio, pueden estar presentes en el suelo, el agua y los materiales de construcción. Las normas de seguridad del OIEA fijan las concentraciones de radón en los hogares y los lugares de trabajo que deben respetarse para proteger la salud de las personas.
Tipos de radón
En la naturaleza existen tres variedades o “isótopos” frecuentes del radón, dos de las cuales suponen un riesgo para la salud.
La más peligrosa es el radón 222 que es producto del decaimiento del uranio 238 o del radio 226. Dado que tiene una vida media relativamente larga, esta variedad puede acumularse en interiores.
El radón 222 es bastante común debido a las elevadas concentraciones de uranio 238 en el suelo de algunos lugares del mundo y a las diferentes concentraciones de radio 226 en algunos materiales de construcción.
En ocasiones, el radón 222, junto con el radón 220 (producto del decaimiento del torio 232), son la principal fuente de exposición del público a la radiación. Estos dos tipos de radón requieren las mismas medidas de protección. Un tercer tipo, el radón 219, no se considera peligroso.
Efectos del radón en la salud
Cerca de la mitad de la radiación a la que estamos expuestos los seres humanos proviene del radón. Este gas es la segunda causa más importante de cáncer de pulmón tras el cigarrillo en la población en general, y la primera entre quienes no fuman.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el radón provoca entre el 3 % y el 14 % de todos los cánceres de pulmón.
El riesgo de padecer este tipo de cáncer debido al contacto con ese gas a largo plazo depende de la concentración media a la que se haya estado expuesto en espacios cerrados y al grado de tabaquismo. En promedio, el riesgo es 25 veces mayor para los fumadores.
El Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) incluye el radón en la lista de sustancias cancerígenas para el ser humano, al igual que el humo de cigarrillo, el asbesto y el benceno.
En los Estados Unidos, aproximadamente 21.000 muertes de cáncer de pulmón cada año son atribuidas a la exposición al gas radón, según la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los EE. UU. Si bien no se acerca a las 480,000 muertes al año causadas por el consumo de tabaco, aun así, es una cifra considerable. Y es la causa principal de cáncer de pulmón en no fumadores.
En América Central y del Sur, los datos son mucho más escasos y no permiten delimitar las zonas geográficas en las que es más probable que la población esté expuesta a concentraciones de radón que superan los límites recomendados, según un artículo publicado en 2020 que resume los resultados de varios estudios de la región.
El radón en los hogares
Para la mayoría de las personas, la exposición al radón tiene lugar sobre todo en el hogar, donde pasan gran parte de su tiempo, aunque los lugares de trabajo interiores también pueden ser una fuente de exposición.
Las concentraciones de radón en las viviendas varían de país a país, e incluso de edificio a edificio, debido a diferencias en el clima, las técnicas de construcción, el tipo de ventilación, los hábitos del hogar y, en particular, la geología.
Las concentraciones de radón en los edificios dependen de:
- Las características geológicas del lugar (por ejemplo, su contenido en uranio y la permeabilidad de las rocas y los suelos donde se asienta el edificio)
- Las vías que el radón pueda encontrar para infiltrarse del suelo a las viviendas
- Su emanación procedente de los materiales de construcción
- La tasa de intercambio de aire entre el interior y el exterior, que depende del tipo de construcción, los hábitos de ventilación de sus habitantes y la estanqueidad del edificio
Tras emanar de los materiales presentes en el lecho rocoso, el radón atraviesa el suelo y llega al aire que entra a los edificios. Los granitos, las migmatitas, algunos tipos de arcilla y de till son particularmente ricos en uranio y radio, que decaen en radón. El radón que se evapora desde el suelo bajo los edificios es la principal causa de exposición en interiores.
El radón puede entrar a los edificios por las grietas del suelo, los agujeros en la construcción, las ventanas, los desagües o los espacios que rodean los cables o las tuberías. Este problema es más habitual en regiones templadas o frías debido a las diferencias entre la presión de los edificios y la presión del subsuelo.
El radón no se disipa en espacios cerrados a la misma velocidad que al aire libre y tiende a acumularse dentro de las edificaciones, lo que lo convierte en una causa importante de exposición a la radiación para el público.
Por lo general, el radón suele alcanzar concentraciones más elevadas en los sótanos, las bodegas y los espacios habitables que están en contacto directo con el terreno, pero por encima de la planta baja también se pueden hallar concentraciones importantes.
Reducción del radón en los espacios interiores
Existen métodos probados, duraderos y eficaces en costo para prevenir la filtración del radón en los edificios de nueva construcción y para reducir su concentración en los edificios existentes. Al construir una edificación hay que tener en cuenta la posible exposición a este gas, sobre todo en las zonas donde esté muy concentrado.
Se pueden reducir con medidas correctivas, como el aislamiento y la manipulación de la presión del aire. También es posible reajustar los sistemas de ventilación para mejorar la calidad del aire.
En muchos países de Europa, en los Estados Unidos de América y en China las normas para las nuevas edificaciones incluyen medidas protectoras.
Hoy en día, muchos de los códigos de construcción nacionales incluyen normas para prevenir la acumulación de radón en las viviendas nuevas. De hecho, construir desde un inicio siguiendo esas normas suele ser más económico que aplicar medidas correctivas posteriormente y es mucho más rentable que otras iniciativas de salud pública.
Estas son algunas formas habituales de reducir los niveles de radón en los edificios existentes:
- Mejorar la ventilación del edificio, sobre todo en el contexto del ahorro energético
- Instalar un sistema de evacuación mecánica del radón en el sótano o bajo los pisos sólidos
- Evitar que se filtre desde el sótano hasta las habitaciones
- Sellar pisos y paredes
Los sistemas pasivos de mitigación pueden reducir en más de un 50% los niveles de radón en los espacios interiores y, si se añade un sistema de ventilación esos niveles pueden descender todavía más.
El radón en el agua
El radón puede diluirse y concentrarse en fuentes de agua subterránea, como las bombas o los pozos ubicados en zonas geográficas ricas en uranio. Ese radón puede evaporarse y terminar en el aire mientras se realizan actividades cotidianas, como tomar una ducha o lavar la ropa.
Los estudios epidemiológicos no han corroborado que exista una relación entre el consumo de agua con radón y el cáncer, por lo que el riesgo de sufrir de cáncer proviene principalmente del radón que se encuentra en el aire. En general, el agua tiende a ser una fuente de exposición al radón menos importante que el radón que se encuentra en el suelo de los edificios.
El radón en los lugares de trabajo
La mayoría de los lugares de trabajo en interiores presentan cierta concentración de radón por los mismos motivos que las viviendas. Este fenómeno se da en muchos tipos de lugares de trabajo: en oficinas, talleres, minas, túneles, entre otros.
En los lugares de trabajo subterráneos, las concentraciones de radón pueden ser elevadas debido a las condiciones geológicas o a la falta de ventilación, en particular en las minas, los túneles y los sótanos. No obstante, otros lugares de trabajo que no son subterráneos también pueden tener este problema, como las fábricas, los comercios, las escuelas, los museos y las oficinas, debido a la presencia del gas en el suelo, a una ventilación deficiente o al procesamiento de materias primas dentro de esas edificaciones.
Las concentraciones de radón pueden ser elevadas en el agua subterránea, en particular si esta está en contacto con granitos. Por ende, puede haber exposición a ese gas en los centros de tratamiento de agua y en los balnearios que utilizan agua de fuentes naturales.
Si las mediciones indican que las concentraciones de radón contravienen las normas relativas a los lugares de trabajo establecidas por el organismo nacional competente, los empleadores deben adoptar medidas correctivas o de prevención.
En caso de que no sea posible o eficaz adoptar esas medidas, se deberá notificar a las autoridades nacionales y se aplicarán disposiciones especiales para ese lugar de trabajo.
El radón procedente de materiales de construcción
La mayoría de los materiales de construcción producen naturalmente una cantidad ínfima de radón. No obstante, algunos de ellos pueden ser una fuente importante de exposición a ese gas, en particular los que tienen en su composición una concentración alta de radio 226, que decae en radón, y una porosidad elevada que lo deja escapar, como el hormigón con alumbre bituminoso y los subproductos de yeso.
El uso en los cimientos de las edificaciones de materiales de desecho procedentes de operaciones realizadas en minas de uranio también puede generar concentraciones importantes de radón en interiores.
Fuente: worldenergytrade
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