La noruega Equinor y la londinense Ithaca Energy han tomado la decisión final de invertir en el yacimiento petrolífero de Rosebank, en el Reino Unido, tras recibir el visto bueno de los organismos reguladores para seguir adelante con el proyecto, lo que supone un importante hito en la larga saga de uno de los mayores descubrimientos de petróleo y gas sin explotar del país.
La FID de la primera de las dos fases previstas en Rosebank se produce ante la presión constante de los defensores del medio ambiente, que quieren bloquear el desarrollo de nuevos yacimientos en aguas británicas, y las limitaciones de los presupuestos de inversión a raíz del impuesto extraordinario sobre los beneficios del Mar del Norte. El Gobierno insiste en que nuevos proyectos como Rosebank son vitales para aliviar las presiones sobre la seguridad energética y la asequibilidad causadas por la guerra de Ucrania.
Equinor, que explota Rosebank con una participación del 80 %, ha declarado hoy que la primera fase del proyecto se centrará en 245 millones de bl de los 300 millones de bl de petróleo recuperable del yacimiento y tendrá un coste estimado de 3.800 millones de dólares.
El yacimiento se explotará con un buque flotante de producción, almacenamiento y descarga (FPSO) de 70.000 b/d, y su puesta en marcha está prevista para 2026-27.
Según la empresa, el crudo de Rosebank se transportará a las refinerías en buques cisterna y el gas se exportará a Escocia continental a través del sistema de gasoductos West of Shetland.
Chevron descubrió Rosebank en la región británica de las Shetland Occidentales hace casi 20 años. Pero su difícil entorno de aguas profundas y las extremas condiciones meteorológicas y marítimas, junto con el bajo nivel de infraestructuras de la zona, las elevadas estimaciones de costes y varios cambios en la estructura de propiedad han paralizado su desarrollo a lo largo de los años.
Equinor fue uno de los socios originales de Rosebank, pero vendió su participación a la austriaca OMV en 2013. La empresa volvió a entrar en el proyecto en 2019 al adquirir la participación operativa del 40 por ciento de Chevron. Este año añadió otro 40% tras comprar el negocio británico de la canadiense Suncor, una operación que también le dio una participación en Buzzard, uno de los mayores yacimientos petrolíferos del Reino Unido. Ithaca heredó su participación del 20 por ciento el año pasado, cuando adquirió Siccar Point Energy, una empresa de capital riesgo.
Chevron ya puso en duda la rentabilidad de Rosebank en 2013. Otros proyectos de petróleo y gas en la región se han enfrentado a un escrutinio similar: Shell acordó vender su participación del 30 por ciento en el yacimiento de Cambo, al oeste de las Shetlands, a Ithaca a principios de este mes, tras quejarse de que los argumentos económicos a favor de la inversión no eran lo suficientemente sólidos. Shell tomó su decisión de abandonar Cambo varios meses antes de que las consecuencias de la guerra de Ucrania llevaran al Gobierno británico a imponer un impuesto extraordinario sobre los beneficios de las petroleras el año pasado, una medida que desde entonces ha obligado a muchos operadores a replantearse sus planes de inversión. Cuando se introdujo el impuesto, surgieron dudas sobre el compromiso de Equinor con Rosebank, pero la empresa noruega tachó de «pura especulación» las afirmaciones de que se estaba planteando abandonar el proyecto.
Aparte de la viabilidad económica, yacimientos no explotados como Rosebank y Cambo han sido objeto de un intenso escrutinio por parte de grupos ecologistas en los últimos años. Greenpeace describió hoy la decisión del Gobierno de aprobar el desarrollo de Rosebank como «nada más que carta blanca a las empresas de combustibles fósiles para arruinar el clima, castigar a los contribuyentes y desviar beneficios obscenos». Equinor insiste en que el FPSO de Rosebank ha sido diseñado para estar preparado para la electrificación y que está colaborando con el Gobierno y la industria «para buscar una solución regional de suministro eléctrico desde tierra a Rosebank y a los yacimientos cercanos para minimizar las emisiones de carbono de la producción».