Despojarse de las gruesas cubiertas que ha dejado el intenso y necesario ajuste en la economía chilena de los últimos dos años no será fácil. En momentos en que el país recién comienza a evidenciar tibias señales de buscar un ciclo más normal, de la mano de la primera baja de la tasa de interés desde que el Banco Central comenzó el apriete monetario, los expertos adelantan que el esperado repunte de la actividad será difícil, lento y sujeto a los vaivenes de una economía internacional inestable y a riesgos políticos y económicos internos.
Los desequilibrios de la economía chilena fruto de la pandemia, la fuerte “fiesta” de consumo producto de los retiros desde los fondos de pensiones y los subsidios públicos, y los coletazos de la invasión de Rusia a Ucrania, se tradujeron en una serie de indicadores inéditos para la historia reciente del país. Mientras el déficit de la cuenta corriente alcanzó un récord de casi 10% del PIB durante 2022 y la inflación tuvo un peak de 14,1% anual en agosto del año pasado (su mayor nivel en 30 años), las tasas de interés llegaron a 11,25%, lo más alto en décadas. La actividad, además, cayó un 1,1% interanual en el segundo trimestre de este año, con lo que completó tres trimestres en rojo.
“El ajuste aún no llega a su fin porque todavía estamos esperando un crecimiento negativo para finales de este año. De todas formas, la recuperación de la economía ya empezó, pero va a ser lenta”, adelanta la economista Carolina Molinare, directora del Bachillerato en Administración y Economía de la UDP e Investigadora de la OCEC.
Las cuentas nacionales dadas a conocer por el Banco Central la semana pasada dieron algunas señales de estabilidad en medio los duros efectos del ajuste. Mientras la demanda interna en términos desestacionalizados creció en el segundo cuarto del año por primera vez en cinco trimestres (1,3%), la inversión en maquinaria y equipos subió un 6,6% en el segundo trimestre, en 12 meses.
El difícil repunte
El panorama de recuperación de Chile, sin embargo, también estará marcado por la compleja situación en China, la que se ha agudizado durante las últimas semanas. Junto a la anunciada debilidad de su sector inmobiliario, el gigante asiático ha mostrado señales de ralentización en su crecimiento, lo que ha despertado las alarmas en el mercado mundial.
A nivel interno, la fuerte escalada del tipo de cambio en los últimos meses, frenada esta semana por la intervención de Hacienda en el mercado, también puede generar algunos “ruidos” en el camino de la recuperación, especialmente por su impacto en la inflación y en el ritmo de baja de tasas que seguirá adoptando del Banco Central hacia fin de año.
“Lo que está ocurriendo desde fines del año pasado es más bien una estabilización, lo que indicaría que el ciclo de ajuste está terminando y que, con mayor o menor fuerza o con más o menos atraso, deberíamos ver alguna recuperación en el futuro próximo. Pero hay que tener cuidado: estamos todavía en un período en que no se consolida la estabilización y las bases para una recuperación todavía no aparecen demasiado sólidas. Hay algunos nubarrones en el horizonte. Algunas externas, como es la complicada situación de China y otras internas, como el tema de la inversión que está medio trabada”, sostiene el socio de Gemines, Alejandro Fernández, quien da una señal de alerta por los vaivenes del dólar y su efecto en la inflación.
El economista también ve con cautela el aumento de la inversión en equipo y maquinarias evidenciada por las cuentas nacionales del Banco Central y cree que el aumento de las ventas de viviendas (26% en el primer semestre) son atribuibles a sectores que usan recursos propios, sin financiamiento. “El mercado de vivienda más global está todavía bastante frenado y la iniciación de proyectos nuevos se ve complicada por el tema de los permisos”, añade el economista.
Proyecta que en el resto del año se verá una estabilización o leve crecimiento en el consumo de los hogares, para dar paso a un crecimiento de la actividad más sólido recién hacia 2024.
“El ciclo más normal debiera estar consolidado a partir de 2024 y eso asociado al proceso de normalización de la tasa de política monetaria, que aún tiene un efecto contractivo en la economía”, apunta Fernández.
Carolina Molinare coincide y sostiene que se sentirán mejoras acotadas en la actividad, el empleo y el comercio en el segundo semestre. “Sin embargo, en el año completo habrá una caída del crecimiento para tener recién una recuperación en 2024″, estima la economista, quien también alerta por los efectos inflacionarios de la depreciación del tipo de cambio.
Crecimiento e incertidumbre
Para el coordinador Macroeconómico de Clapes UC, Hermann González, las cifras del segundo trimestre entregadas por el Banco Central dan algunas señales de que el ajuste podría estar terminando o, al menos, la demanda interna podría estar estabilizándose.
“Con todo, me parece necesario mantener la cautela y esperar para ver si las cifras del tercer trimestre confirman esta tendencia. Esto porque, por otro lado, el PIB volvió a contraerse de manera secuencial respecto del trimestre anterior, interrumpiendo la muy leve recuperación que mostró los dos trimestres previos”, sostiene el economista de Clapes UC, quien espera un crecimiento de la actividad durante el segundo semestre de este año y una expansión marginalmente positiva para todo el 2023.
De todas formas, el investigador estima que la intensidad de la recuperación de la economía luego del ajuste no será significativa, ya que la capacidad de expansión de mediano y largo plazo sólo se ubica entre 1,5% y 2%. En ausencia de shocks relevantes, la economía crecerá algo menos de 2% el próximo año, proyecta.
“La capacidad de crecimiento de la economía en el corto plazo se ve amenazada por la incertidumbre en torno al debate constitucional y de otras reformas estructurales, incluyendo la discusión tributaria que nos acompañará al menos todo el próximo año. El escenario externo también es complejo, siendo los principales riesgos visibles, la situación económica de China y el futuro de la política monetaria en EE.UU. Las dificultades de largo plazo son más conocidas y tienen que ver con el nulo crecimiento de la productividad, la falta de inversión y la baja participación laboral, especialmente de mujeres y jóvenes”, analiza González.
Más drástica es Cecilia Cifuentes, economista y directora del Centro Estudios Financieros del ESE (UAndes), quien cree que la economía chilena tiene un daño estructural en su crecimiento. “Hay un daño estructural al proceso de desarrollo que tiene que ver con el deterioro institucional que hemos tenido. El temor que tengo es que la economía tenga una tasa de crecimiento de tendencia o estructural parecido al crecimiento de la población, es decir, cero en términos reales”, afirma Cifuentes.
Si bien estima que el ajuste de la economía ya terminó, considera que el repunte no está a la vista. “No estamos tomando medidas para revertir un deterioro estructural de la tasa de ahorro y la tasa de inversión”, añade la economista.
Con todo, el panorama podría mejorar en la medida que se avance en una reforma más estructural al Estado, en la eliminación la burocracia que ralentiza los proyectos de inversión y en una reforma de pensiones que fomente el ahorro, concluye la economista.